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Cuentos de Madre Tierra  giran alrededor del ciclo anual de siembra, crecimiento, cosecha y barbecho. Cada uno de ellos son mágicos por sí mismos, da igual si los escuchas de manera aleatoria, las historias escuchadas nunca son olvidadas porque siguen viviendo en cada persona que los ha escuchado.

Nacen porque hay una necesidad colectiva de tener mitos que creen en vez de destruir, nutran y alimenten. Mitos nuevos que contengan valores de comunidad, de conexión con la Tierra y todos los ciclos que también se reflejan en el cielo, en las estrellas, en la luna.

 

Cada portal consta de seis cuentos en los que las abuelas del mundo nos hablan desde las cuevas pintadas, los círculos de piedra, los grandes bosques ancestrales y las estrellas brillantes en el cielo, donde la comunidad celebra alrededor de un solo fuego, y, las mujeres viven la magia de sus ciclos y los dones y poderes de su feminidad.

Aunque los cuentos no son exclusivos para mujeres, la mayor parte de ellos habla de nosotras, nuestros antiguos rituales de comunidad entre mujeres y entre las mujeres y Madre Tierra. Otros celebran la comunidad y todos los miembros están representados.

Sin embargo, no son cuentos exclusivos para mujeres, cualquier persona puede disfrutar de todo lo que las abuelas nos cuenta.

No te puedo asegurar que los cuento sean reales, porque científicamente no hay pruebas de casi nada de ellos, pero sí son mis sueños y anhelos, que son los sueños que comparto con muchas mujeres alrededor del mundo, de que fueran así, como los narro.

Estos nuevos mitos fueron naciendo para iluminar el pasado y que esa luz llegue hasta el presente, y que, desde el presente soñemos esos cuentos como futuros luminosos.

 

Cuentan las abuelas, que hace mucho, mucho tiempo, cuando el ser humano aún vivía unido a los ciclos de la Tierra, de la luna y de las estrellas…

Así comienzan todos los cuentos, haciendo viajar nuestra alma a un pasado ancestral, un viaje fuera del río del tiempo humano, como chamanas, como curanderas, como sabias, como mujeres medicina, como sacerdotisas, de ayer de hoy.

Y es a través de ese viaje donde el cuento comienza a ser verdad en nuestro interior, informando a nuestro espíritu de esas vivencias que nuestra imaginación sagrada ve según se escucha.

La tradición oral, ha sido durante mucho tiempo, la única manera de conservar nuestras historias, y ha llegado el mundo de volver a retomar contar historias para que queden como tesoros para las generaciones que vendrán.

Esas historias deberían ser luminosas, creativas, de las que impulsan a hacer  cambios en nuestras propias vidas.

Aquí te dejo un par de cuentos, para que los escuches tranquilamente, y puedas sentir como son viajando a través de las palabras de las abuelas.

Te invito a tomar un postura cómoda, cerrar los ojos y hacer un par de respiraciones profundas y lentas antes de darle al play, y luego, vuelve a cerrar los ojos y déjate llevar.

Los cristales sanadores

por Mariam Cárcel | Cuentos de la Madre de la Tierra

Las cazadoras

por Mariam Cárcel | Cuentos de la Madre del Fuego

Lo s 48 Cuentos de Madre Tierra están disponibles a la venta en formato mp3.

Y los 48 cuentos cuestan solo 90 euros.

Estuve un año entero grabando los 48 Cuentos de Madre Tierra, viviendo todos los cambios de estación, de lunas, de mareas, de temperatura. Se gestaron con los cambios de cielo y tierra.

Salí todo lo que puede a la naturaleza, ya que vivo en una ciudad, para entrar en comunión con Madre Tierra, para fundirme con las raíces, las piedras, el frío, la lluvia, el calor, la hierba que comienza a crecer o la hoja que comienza a caer.

Por eso mi primera historia no la cuentan las abuelas del tiempo, la cuento yo, porque es la mía propia. Estos 48 cuentos no son pura fantasía que nace de la mente de alguien. Los cuentos han nacido de susurros en el viento, cantos de agua del deshielo, flores de colores y ramas desnudas. Han sido las historias  que yo veía en mi comunión con Ella, las historias que guardan las piedras, que son ancianitas, y algunas gotas de agua que aún son glaciares.