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¿Son tan importantes los bosques como parece?

 

Los bosques estuvieron muchísimo antes de que el ser humano apareciera. Gracias a ellos la atmósfera se volvió respirable para nuestra especie, ya que no dejaban de producir el oxígeno que nosotros necesitamos.

 

Los árboles fueron los primeros guardianes de toda la vida. Un bosque estaba lleno de familias de especies, interconectados entre sí por el micelio que tejían los hongos bajo la superficie. Ellos si fueron los primeros paganos, los que vivían de la tierra y los que vivían para Ella.

 

Ellos nos enseñan en valor de la familia, el valor de la comunicación silenciosa, porque sí, los árboles hablan entre sí. No por medio de lo que los humanos tenemos como palabras, existen muchas otras formas de comunicación, no solo la verbal.

Los árboles se comunican por medio de hormonas y feromonas. Sustancias secretadas que hablan a todos los demás mientras se distribuyen por al aire. Así podrán saber si hay una plaga para reaccionar, por ejemplo.

 

También son capaces de oler las feromonas de algunos insectos, por ejemplo, el pino huele las feromonas de una especie de mosca, y siente cuando han puesto los huevos, así que, como forma de protegerse, sacrifica las hojas que están contaminadas, subiendo la oxigenación del agua en esa zona, esto favorece la necrotización de las hojas y que caigan al suelo antes de que las larvas salgan, ya que lo primero que harían sería comerse las hojas.

 

En 1983 Dorians y Rhoades han concentrado su investigación en ciertas especies de sauces y han constatado que los árboles atacados por orugas alertan a los que les rodean, que, al recibir el mensaje, modifican la composición química de sus hojas, haciéndolas menos comestibles, de forma que sean menos atractivas para los insectos.

 

Desde entonces los estudios sobre los bosques han sido cada vez más extensos y específicos, como los que nos explica en sus libros el guarda forestal y escritor Peter Wohlleben. Durante más de dos décadas, el autor, ha estado observando los bosques que están a su cuidado y participando en diversos experimentos para ver la comunicación y la familiaridad de ciertas especies.

 

Evidentemente no pueden luchar contra el fuego o las motosierras humanas, está claro, puesto que los árboles no se mueven como nosotras, pero se mueven. Un bosque puede desplazarse hasta 5 kilómetros al año.

Pero no solo esto es completamente fascinante, es que se están moviendo hacia el norte, puesto que el clima más fresco hace que el suelo sea rico en nitrógeno, uno de sus principales alimentos.

Los bosques están huyendo porque el cambio climático los está matando, ya que la sequía es cada vez más intensa, y si los árboles “se van”, mucho más grave va a ser esa sequía.

 

Logan Bernes y Scott Goetz, los autores del estudio analizaron 9.000 millas (14.400 kilómetros) de bosque boreal del hemisferio norte de la Tierra. Esta inmensa masa forestal supone una cuarta parte de los bosques del planeta y es, al mismo tiempo, uno de los más fríos ecosistemas que existen, aunque apunta que también es «el que más rápido se está calentando».

 

Para llevar a cabo su estudio los autores analizaron más de 40 años de fotografías hechas por satélite de media resolución (30 metros), además de todos los registros climáticos que pudieron encontrar de ese periodo en las zonas analizadas.

De esta manera, consiguieron realizar un mapa de desplazamiento analizando qué zonas se reverdecían con el paso del tiempo (lo que indica una masa forestal joven) y cuáles se volvían marrones (bosques ancianos y en declive)

 

Mientras seguimos talando bosques para dejar paso a cultivos intensivos como los de la soja, por ejemplo. Estamos cambiando un ecosistema que produce oxígeno, que baja la temperatura y que conserva la humedad, por desiertos de cultivos que necesitan una ingente cantidad de agua.

 

Foto: Cultivo de soja, el camino a la deforestación de la sabana El Cerrado, Brasil.

Fotografía: Victor Moriyama Rainforest Foundation Norway (2020).

En realidad, somos como las células cancerígenas, que se reproducen velozmente, atacando a las células sanas.

 

Mientras continúa la desertización y el cambio climático, surgen enfermedades que hasta ahora no conocíamos, y que tienen que ver con los cambios que los animales que viven en esos bosques tienen que hacer para sobrevivir y el consumo de especies que hasta ahora no se usaban como alimento.

 

Esto no es nuevo, ya al principios del neolítico, la agrupación de personas en espacios reducidos y la convivencia y consumo de animales que hasta ese momento estaban libres fueron los detonantes de muchas enfermedades.

 

Podemos decir que los árboles son sagrados, pero son igual de sagrados que todas las formas de vida. Aunque ellos son mucho más necesarios para la supervivencia de nuestra especie.

 

El fututo es vegetal nos dice Stefano Mancuso en su libro, y es cierto. Dependemos del mundo verde para comer, para vestir, para vivir y hasta para sanar, puesto que los principios farmacéuticos que ahora se sintetizan provienen originariamente de las hierbas, hojas y raíces de las plantas.

 

Por eso nosotras tenemos este hashtag #elfuturoseraverdeonosera

 

Porque es cierto. O apostamos por un mundo vegetal y verde o estamos condenados a la extinción, que es lo que estamos haciendo ahora, extinguirnos. Puede que no lo notemos aún por la gran superpoblación, pero nos estamos extinguiendo a pasos agigantados.

 

Solo queda educar y cambiar para parar el deterioro en la medida de lo posible, porque el punto de no retorno lo cruzamos hace tiempo.